Desde el principio hasta el final esta boda nos dejó huella para siempre. Disfrutamos tanto durante el proceso que cuando terminó el gran día tuvimos cierta sensación de vacío. Algunos meses después, cuando nos llegaron las fotos de la boda tuvimos que sentarnos delante de un café porque realmente nos apetecía recrearnos en ese momento. Cuántos recuerdos buenos de repente. Del lugar y su dueña, Lely, de Najwa y Jesús siempre y, como no, del equipazo que hicimos todos para que ese día estuviera a la altura. Querían una boda auténtica, de ellos y con sabor a ellos, familiar; una fiesta en toda regla llena de momentos y detalles muy cuidados. Najwa siempre tuvo claro el estilo y la atmósfera que quería transmitir. Con esa premisa, luego nos dio carta blanca para inventar y confió en nuestro criterio. Una ceremonia con una enorme carga emotiva, mucho arte y, a su alrededor, la familia de aquí, la de allí y esos amigos de siempre y para siempre.